martes, 25 de enero de 2011

La Melé



















La gloriosa melé. El momento sublime en el que sudas sangre por avanzar unos pocos centímetros. Ése en el que pones en práctica todo cuanto has aprendido y llevas al límite tu físico. Pero ¿qué significa en realidad la melé? ¿Qué es? ¿Por qué fascina tanto a propios y a extraños?


Técnicamente, sobre el papel, es una agrupación de animales, ocho en concreto, ordenados en tres líneas. Cada una de ellas cuenta con elementos cuidadosamente seleccionados entre los más refinados criminales, psicópatas y maleantes de cuantos voluntarios se presentan para desempeñar tan digno oficio. A saber: dos pilieres y un talonador en la primera línea, dos segundas líneas y, en la tercera en discordia, dos flankers y un "ocho" o cierre. Dicha formación entra en juego cuando el árbitro juzga oportuno pitar un "avant", u otros lances del juego en letra pequeña. Cada equipo emplea una de éstas moles de carne humana para chocar entre sí y disputar un balón al sonido de "engage", para así poder ponerlo en juego cuando el medio-melé lo recupere tras la misma melé. Visto así, no podemos sino tildar de violenta, sádica y dolorosa semejante demostración de inconsciencia y fuerza bruta. ¿O no?

Pues bien, estamos hablando de la misma base y corazón del rugby, del elemento en torno al cual gira la organización del equipo y de su estrategia. De su esencia. Para empezar, cada puesto viene dado según su posición respecto a la melé, según estén dentro de la melé o desplegados en línea desde uno de sus costados. Participar en la melé es motivo de orgullo para un delantero, y de alivio para un línea (sin ánimo de ofender). Toda la fuerza que suelen reservar (y me gustaría resaltar esto último) los delanteros en su vida diaria, toda la rabia contenida por una simple cuestión de seguridad pública, es desatada en la melé. No sin control, pero sí sin medida.

¿Por qué entonces resulta tan extraordinario ver esto en el campo de juego? Para los jugadores, es la máxima expresión de su deporte, pero ¿y para los profanos? Para estos, lo increíble es la aparentemente incomprensible actuación de dieciséis hombres que se juegan el cuerpo en apenas cinco intensos segundos, todo para obtener un balón apenas del tamaño de una cabeza.

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