sábado, 11 de diciembre de 2010

En el campo

La inquietud se desvanece. ¿Por qué ibas a estar nervioso? Los nervios llegan cuando no sabes qué va a pasar, cuando el desenlace es incierto. Pero el desenlace no importa, y sabes qué va a pasar. Sabes que te van a placar, y que añadirás una cicatriz más a una piel ya curtida por el rival. Y eso es todo lo que importa: el rival. Ese único obstáculo que se interpone entre tú y cinco gloriosos puntos. Esa avalancha de tacos y piernas que se precipita sobre ti, tratando de marcar tu orgullo y tu zona de ensayo. Solo importa lo que tienes ante ti.


El fragor de la grada se apaga, los músculos se tensan, las mandíbulas se aprietan y la sangre martillea con fuerza en tus oídos. Solo los incesantes aullidos del medio melé logran traspasar tu aislamiento. Si te golpean, te levantas. Si golpean a tu compañero, tú les golpeas más fuerte. Ansioso por el ensayo, pasas el balón con descuido, y el silbato suena. Entonces, llega la melé. No sabes por qué, pero aunque tu cuerpo se queja tu corazón está alegre. La máxima expresión del rugby, el momento para el que te preparas día a día, seas pilier o zaguero, porque puedes decidirlo todo en cinco segundos. Te aferras al talonador, notas la presencia del flanker y del segunda línea, y miras al rival a los ojos. Su expresión es igual a la tuya: está cansado, pero hay un brillo demente en sus ojos. Una nube de vapor se alza desde su espalda, y oyes su respiración, pesada, potente. Oyes "¡engage!" y te lanzas contra él. Tu espalda cruje, tus dientes entrechocan, pero el contrincante retrocede. El balón pasa al lado de tu tobillo, y sientes las pisadas de la línea, que corre hacia campo contrario. Antes de llegar, ya hay un ruck, y te colocas en la línea de cinco, esperando el balón. No sabes cómo, pero antes de darte cuenta ya estás tras la línea de ensayo, en el suelo, bajo dos placadores. Te duele la pierna, y probablemente la frente esté sangrando, pero da igual. Has cumplido, contigo y con el equipo. El pitido final te resulta estruendoso, y sientes de golpe todos los placajes, todas las melés, todas las carreras... Pero te sientes más vivo que nunca.

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